jueves, marzo 28, 2024
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LAS MUJERES DEL ALMA DE ISABEL ALLENDE: EL SENDERO DE LETRAS COLMADO DE LAS FIGURAS DEL UNIVERSO FEMENINO

POR: MARÍA ISABEL CABARCAS

Hace algunos meses culminé la lectura de esta obra magnífica de la afamada escritora chilena Isabel Allende, cuya pluma conquistó irremediablemente mi vida hace varios años. Lo recibí en marzo, mes icónico para nosotras las mujeres, de la mano de mi estimada compañera de trabajo y amiga, la cartagenera Patricia Vélez Martelo, quien en un loable gesto de generosidad me lo obsequió con todo lo que implica; además, el hecho de regalar literatura.

Como suele suceder en estos casos, un buen libro eclipsa la atención del lector y le hace desear, sin medida, adentrarse en sus exquisitas letras, sin importar el espacio y tiempo. Eso me sucedió, pues sucumbí ante el elíxir de la historia de la influencia femenina en la vida de la grandiosa escritora, o como ella las llama en su precioso título: ‘Mujeres del alma mía’. Poco a poco fui recordando inexorablemente la presencia poderosa de las mujeres en mi vida: mamá, abuela, tías, primas, sobrinas, compañeras del colegio y la universidad, profesoras, amigas; coequiperas en los espacios laborales, referentes profesionales a quienes tanto admiro; la madrina de mi hijo, mis alumnas y exalumnas; las amigas de mi mamá, a quienes tanto quiso; las emprendedoras y empresarias, quienes con tanto amor atienden mis demandas femeninas: masajes, manicure, pedicure, maquillaje para ocasiones especiales, el suministro de productos específicos, corte de cabello o aquellas que, simplemente, se dedican con paciencia a escuchar, brindando buenos y valiosos consejos cuando resulta necesario —ustedes saben quiénes son—.

El universo femenino de cada mujer se nutre de esa otredad de género que es tan amplia, rica y diversa, o como lo llama Michelle Obama en su alucinante libro ‘Mi historia’: “El puerto seguro de sabiduría femenina”. Isabel Allende lo describe con su memoria prodigiosa de dama insigne de las letras latinoamericanas, despertando admiración y cariño por cada una de ellas, independientemente de que nunca lleguemos a conocerlas y descubriendo, inevitablemente, quién en la vida de sus múltiples lectoras alrededor del mundo, ha cumplido ese mismo papel. Al mismo tiempo, genera el efecto de motivación, reconocimiento y gratitud con quienes han tocado nuestras vidas con el inconfundible estilo que solo una mujer puede hacerlo, respecto de su sorora.

Sororidad es un neologismo que hace referencia a la hermandad femenina, un fenómeno tan antiguo y común, pero que en la posmodernidad ha adquirido una mayor relevancia, puesto que en el largo camino por la conquista del ejercicio pleno de nuestros derechos y garantías en la historia de la humanidad, las mujeres nos hallamos irremediablemente juntas para alivio y fortuna de todas. Esas pequeñas victorias que cada una alcanza, son las que soportan y dan sustento al camino que vamos recorriendo en todos los escenarios posibles, en los cuales nos hacemos compañía y requieren mayor apropiación de parte nuestra. Esferas como la política, el mundo corporativo, instituciones públicas, el activismo, liderazgo comunitario, las artes, letras, causas sociales, educación, medios de comunicación, entre otras, requieren con urgencia manifiesta de un mayor empoderamiento de las mujeres en cada rincón del planeta.

Esta magna obra, catalogada por muchos como una oda al feminismo, relata múltiples vivencias sobre el amor impaciente, la vida larga y las brujas buenas, tal como lo describe la misma escritora. Isabel Allende se ha constituido por décadas, en un referente de la literatura latinoamericana y al adentrarse sus millones de admiradores alrededor del mundo en su historia de vida, probablemente, comprendan el origen y sentido de la genialidad de esta mujer, quien ha hallado en la peculiaridad de su relato, en ocasiones testimonial, la inspiración suficiente para posicionarse en el mundo de las letras, con la fuerza incontenible que le concede el realismo mágico del cual es portadora indiscutible.

Uno de los componentes transversales en su extraordinaria vida y, tal vez, el más poderoso y recurrente es justamente el amor. Esta fuerza transformadora que envuelve la entrañable relación con su madre Panchita, su fallecida hija Paula, compañeros de vida, sus perros, las amigas entrañables como su editora Carmen Balcells, y hacia su prole, en general, dotan de sentido la magnitud de su majestuoso legado literario. Tal vez, las confesiones respecto de su vida en pareja hagan comprender a sus lectoras, a partir de su propio testimonio que, en todas sus formas: eros, filia y ágape, el amor se trata de un derecho irrenunciable, cierto e indiscutible en cualquier etapa de la vida y de esto, la afamada escritora es una fiel y convencida defensora.

Resulta pertinente, entonces, generar una profunda reflexión sobre la huella que las mujeres dejamos en la vida de las otras, respecto a las múltiples formas en las que la sororidad se manifiesta y sobre las maneras en las que logra consolidar lazos que perduran toda la vida. Tal vez, en este momento de la historia de la humanidad, más que siempre, las mujeres estamos llamadas a fortalecer las redes de confianza y apoyo mutuo para seguir avanzando, decididamente, en la consecución de los escenarios deseados por nuestro género y que durante tantos años han sido esquivos, pues las realidades opuestas a la equidad perviven, aún por encima de los esfuerzos que, con tanto esmero, se vienen consolidando por las congéneres alrededor del mundo.            

Entre las tantas variadas y valiosas invitaciones que afloran en el jardín de pensamientos, sentimientos, historias, emociones, vivencias, recuerdos y proclamas que eleva Isabel Allende en su obra literaria, esta puede ser una de las más memorables, dado que aborda una de las más entusiastas causas de su vida, el feminismo: “Como el océano, es fluido, poderoso, profundo y tiene la complejidad infinita de la vida, se mueve en olas, corrientes, mareas y a veces en tormentas furiosas. Como el océano, el feminismo no se calla”. En el caso de la icónica escritora chilena, el silencio es estética y magistralmente subyugado con el don extraordinario de las letras, del cual Allende es una excelsa depositaria para darle fuerza al llamado sororo de apropiación colectiva, de ese grito a una sola voz que simboliza la contundencia del título de su obra insigne: ‘Mujeres del alma mía’. Y en el alma de Isabel estamos todas sus lectoras.

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