jueves, marzo 28, 2024
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RIESGOS Y RETOS PARA EL AÑO 2022

POR: OWEIMAR OLARTE

“Todo el mundo sabe que es más necesaria la prevención que el tratamiento, pero pocos son los que premian los actos preventivos”, Nassim Nicholas Taleb.

Llegan las épocas decembrinas y nos aproximamos a dar fin a otro año inusual. La anualidad que pensábamos sería utilizada para mitigar los estragos producidos por la COVID-19, ha tenido grandes alteraciones. Estamos presenciando dificultades sociales, políticas y económicas, que quizás no se habían previsto; marchas y descontentos sociales marcaron parte del 2021, continuas pérdidas de puestos de trabajo; intentos de reformas a leyes despertaron a la población que alzó su voz, haciendo eco en muchos lugares del mundo; disturbios civiles llevaron al caos varias regiones de nuestro país, pues el descontento social reina en las calles, mientras los grados de pobreza, según cifras oficiales, continúan en alza; las migraciones en América —Venezuela— y Asia —Afganistán— generan desconcierto, obligando a los países a la solidaridad internacional. Sumado a esto, en los hogares se están viviendo afectaciones en la salud mental con lamentables casos de suicidio, deficiente educación a causa de fallas en la virtualidad y conectividad, problemas de salud —sobrepeso—, entre otros inconvenientes que afectan a la comunidad en su día a día.

Acudimos a la historia para darnos cuenta de lo que se vivió, cómo se enfrentó; permitiendo así, en el presente y futuro, no repetir lo trágico o negativo; cuesta creer que todo lo atravesado con la pandemia no se haya logrado predecir, subestimamos un riesgo que estaba advertido desde años antes de su aparición. El Informe de Riesgos Globales de 2021 del Foro Económico Mundial, hace un análisis prospectivo y entre sus percepciones podemos destacar la alerta de los riesgos de mayor probabilidaden los próximos diez años; entre ellos, el clima extremo, fracaso de la acción por el clima, daño ambiental provocado por el hombre, pérdida de la biodiversidad, exagerada concentración del poder digital y fracaso de la ciberseguridad; igualmente, dentro de los riesgos con más impacto tenemos las enfermedades infecciosas, la acción climática, armas de destrucción masiva, crisis de la deuda y el colapso de la infraestructura de la tecnología de la información; asimismo, aparecen dos nuevos riesgos: la desilusión juvenil y erosión de la cohesión social. 

Además, este informe nos habla de cómo el impacto de la COVID-19, posiblemente, ha acelerado la Cuarta Revolución Industrial con la expansión de la digitalización en la interacción humana, el comercio electrónico, la educación online y el trabajo a distancia; transformando la sociedad y trayendo enormes beneficios, pero corriendo el riesgo de aumentar o crear mayores desigualdades. Sumado a lo anterior, la preocupación por los jóvenes es mayor, ya que emerge esta generación molesta, con muchas desilusiones en una era de oportunidades perdidas, junto a serios desafíos para su educación, perspectivas económicas y salud mental.

Bajo este panorama, los retos que trae el año nuevo son relevantes, máxime cuando está por definirse la nueva clase política que dirigirá el país; en ella, recae la gran responsabilidad de sacar adelante una nación multicultural. Lo sucedido debe servir como ejemplo para corregir y mejorar los procesos de gestión de riesgos, optimizar la capacidad de las instituciones de salud, seguir con la promoción por el cuidado y protección del medio ambiente, continuar con la transformación energética sostenible y propender por quitar la postura antropocentrista utilitarista, donde se cree y damos por sentado que los recursos naturales están a nuestra disposición y podemos disponer de ellos para cualquier objetivo.

El fortalecimiento de la seguridad en todas sus extensiones es imperioso para que exista credibilidad e inversión extranjera. El cambio generacional juega un papel importante; la cosmovisión de los jóvenes es un desafío para las instituciones y su adaptación a los nuevos entornos, una responsabilidad de colegios, universidades, pero, sobre todo, de padres; nos encontramos con personas que ya no tienen los mismos patrones de conducta; el trabajo, la responsabilidad y el liderazgo lo conciben de manera distinta; allí, se debe laborar para comprender los nuevos comportamientos que lleven a entender a los jóvenes. Pero no puede ser solo compromiso de unos cuantos, la recuperación necesita contar con el apoyo de aquellos que obran y creen en su país. Desde nuestras posiciones —cualquiera que ella sea— los mínimos aportes intelectuales, sociales, culturales, que se realicen en pro del bienestar y desarrollo, deben servir para sacar adelante a la nación, logrando ofrecer una vida mejor y sostenible a las generaciones futuras.

Observamos, a través de la historia, que hechos lamentables como pandemias y guerras han llevado a la reconstrucción de ciudades como es el caso de Europa con la Segunda Guerra Mundial, teniendo algo en común, se presenta la afectación de los mismos protagonistas: el ser humano y el ambiente. La pregunta o reflexión que nos queda es: ¿El medio ambiente y el hombre soportarían otra pandemia o guerra mundial?, las respuestas pueden ser objeto de análisis y críticas, pero lo que está claro es que si no reaccionamos, cambiamos hábitos, aumenta la preocupación por el ambiente, existe una adecuada gestión de los riesgos y pensamos en mejorar el futuro; realmente, pueden ser épocas difíciles, la buena noticia es que todavía hay tiempo y podemos despertar; por ello, la invitación es a seguir pensando en el mañana, desde la unidad como sociedad que nos ha caracterizado y que los esfuerzos, insisto, no sean de unos pocos, sino de todos.

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