viernes, abril 19, 2024
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SIR WINSTON CHURCHILL: UNA LECCIÓN PARA LA HUMANIDAD

POR: OWEIMAR OLARTE

El 2021 llegó con un gran reto para nuestros gobernantes en temas sociales, económicos y políticos: luchar por el regreso a una normalidad fuera de lo común, donde la responsabilidad y liderazgo de la clase dirigente serán claves y puestos a prueba por el bien de la humanidad. Estas necesidades de buen gobierno y adecuado ejercicio del mando, nos llevan 82 años atrás, época en que el planeta afrontaba otro de sus más sangrientos desafíos. Luego de la Gran Guerra o Primera Guerra Mundial, no se esperaba el inicio de la Segunda Guerra Mundial, una feroz lucha donde triunfaba, quien más sangre lograba derramar, pero allí, en ese escenario de confrontación bélica, hay muchas historias y personajes que cambiaron el rumbo de lo que se pensaba era el fin del mundo.

Uno de los líderes y responsables de que hoy en todo el planeta el alemán no sea el idioma oficial es Winston Leonard Spencer Churchill o mejor conocido como Sir Winston Churchill, inglés nacido en 1874, político, escritor, estadista, periodista, militar, magnífico orador y hasta pintor; se desempeñó como diputado, ministro de Comercio, del Interior, de la Marina, de Municiones, de la Guerra y del Aire, de las Colonias y de Economía; ayudó a negociar el acuerdo de paz irlandés, realizó un papel decisivo en la configuración de las fronteras de Oriente Medio, se le consideró el principal artífice del fortalecimiento de la Gran Flota británica y del Real Servicio Aéreo Naval, recibió el encargo de organizar las defensas aéreas de Gran Bretaña; asumió como primer ministro en el año 1940,  justo cuando las tropas alemanas estaban avanzando por Francia y los Países Bajos; repitió mandato en Downing Street en 1951, recibió el Premio Nobel de Literatura en 1953, en 1963 el presidente Kennedy le concedió la ciudadanía honoraria de Estados Unidos, siguió siendo parlamentario hasta 1964 y murió, finalmente, en 1965.

Trayectoria marcada por la presencia de las dos guerras más grandes, supo sortear momentos de crisis, gracias a sus convicciones y confianza en sí mismo. No alcanzaríamos a exaltar todos los actos políticos, militares y estratégicos realizados por Churchill en el desarrollo de estas contiendas; en especial, la Segunda Guerra Mundial, donde luego de la rendición de Francia, en junio de 1940, expresó, en la Cámara de los Comunes y ante una inminente invasión alemana a las islas británicas: “Combatiremos en las playas, combatiremos en los lugares de desembarco, combatiremos en los campos y en las calles, combatiremos en las colinas y no nos rendiremos jamás”, palabras que resaltaban su posición férrea frente a una posible paz con Alemania; decidió seguir luchando, atacando y no ceder a las pretensiones de Hitler, medida de grueso calibre, ya que no era el mejor momento de los Aliados frente al poder de destrucción de los nazis. Era necesario y urgente contar con la participación de los Estados Unidos para lograr ganar la guerra, lo cual se dio, solo dos años después, luego del ataque realizado a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941. 

Churchill, sabía lo importante que eran las relaciones con el presidente Franklin D. Roosevelt, las cuales fueron tensas, basadas en el respeto, la historia común y amistad, creada en los días más oscuros de los dos países; gracias a ello y a la alianza en 1941 con Iósif Stalin, dictador soviético, se logró la victoria absoluta. El fortalecimiento de los lazos de amistad de las dos grandes democracias que quedaban en pie —Washington – Londres— pone en escena a Franklin D. Roosevelt, quien lideró de manera impecable el apoyo a su amiga nación.

Para aquella época, las leyes de neutralidad estadounidenses obligaban a que todas las provisiones que adquirían los ingleses para la guerra debían pagarse al contado; esto generó en el Tesoro británico la bancarrota en medio de la guerra. Ante esta situación, el presidente norteamericano, en una escena conmovedora y luego de verse Londres en llamas, a causa de los bombardeos sostenidos por la Luftwaffe, puso el siguiente ejemplo: “Si se incendia la casa de mi vecino y ese vecino acude a pedirme una manguera para apagarlo, no discutes el precio ni se la niegas; le prestas la manguera, sabiendo que puede que no la recuperes en perfectas condiciones, pero que tu vecino la sustituirá, si está totalmente destrozada”. Este y muchos otros actos de empatía, estrategia, heroísmo y amistad, hacen de Roosevelt y los Estados Unidos, protagonistas esenciales de las cuatro libertades que defendió en la lucha bélica: libertad de expresión, de culto, de vivir sin penuria y sin miedo en cualquier lugar del mundo; logró, además, que Rusia enviara tropas a combatir contra Japón y aseguró la participación soviética en la Organización de las Naciones Unidas; para su infortunio, no logró presenciar el final de la guerra, falleciendo el 12 de abril de 1945.

Al finalizar la guerra, se creó un Nuevo Orden Mundial, donde se nos hizo reflexionar para concluir que el principal enemigo del cual debíamos protegernos y estar siempre a la defensiva, atentos a cualquier movimiento que, incluso, podría acabar con la existencia, era el mismo ser humano, capaz de hacer los peores vejámenes a su hermano por adquirir poder.

Por otra parte, es justo resaltar que en el estudio de estos acontecimientos y a la par de las acertadas decisiones de líderes políticos, hallamos hombres y mujeres que dieron todo, hasta sus vidas por la libertad y continuidad de la raza humana; se nos escapan muchos relatos y personajes que quisiéramos dar a conocer. No obstante, con ocasión de los recuerdos de la Segunda Guerra Mundial, es preciso exaltar y agradecer a aquellas personas que continúan luchando en la primera línea de batalla contra el peor enemigo de las últimas décadas: la COVID-19; a ustedes, profesionales de la salud, médicos, enfermeras, personal de servicios generales, policías, militares, profesores, ¡gracias!, así como lo dijo Sir Winston Churchill ante la Cámara de los Comunes: “Nunca, en el ámbito del conflicto humano, tantos debieron tanto a tan pocos”.  Esperemos que, inspirados en el ejemplo de los grandes líderes, nuestros gobernantes sepan encauzar con acierto todos estos esfuerzos.

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