sábado, abril 20, 2024
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TECNOLOGÍA SIN CONTROL, JUVENTUD EN PELIGRO

Por: Javier Mazeneth

Recuerdo con mucho entusiasmo aquellas inolvidables épocas de juventud en las que juegos como las escondidas, el trompo y las canicas eran considerados el principal plan cuando asistíamos al encuentro obligado con los amigos del barrio o vecinos de cuadra. Nuestros días transcurrían entre gritos, saltos y reuniones bajo la alborada; en estos espacios compartíamos cuentos sobre aventuras inimaginables que únicamente existían en nuestra mente; había tiempo para reír sin prejuicios, suspirar a causa de la niña amada, empaparnos en sudor al ritmo de un buen partido de fútbol —sin importar que la pelota fuese remendada o armada con un amasijo de trapos que solo nosotros podíamos armar—; experimentar caídas y tropezones que dejaban marcas era el precio que se debía soportar por obtener la satisfacción de anotar un gol o propiciar un pase, el cual sin duda, siempre dejaba huellas en nuestra memoria; hoy, sin temor a equivocarme, las cicatrices siguen siendo el mejor recuerdo de aquellos momentos de júbilo y hazañas del pasado.

Eran épocas donde el más rico era quien tenía mayor cantidad de billeticos de papel; el campeón, quien llenara con mayor rapidez el álbum de monas; también, admirábamos a aquel que volara a mayor altura su cometa, considerábamos el más valiente quien se atreviera a decirle a alguna niña que le gustaba y el más fuerte era el que cargara a su compañero por mucho tiempo en la guerra de equilibrio; fue un periodo en el cual experimentábamos todo tipo de emociones y sensaciones en el mejor sitio del mundo: ¡nuestro barrio! En esa temporada, el tiempo era nuestro y solo nuestro; en aquellas épocas la amistad se valoraba de acuerdo a la calidad de los momentos y aventuras vividas; además, un balón de fútbol, carro de madera o bicicleta eran sinónimo de estatus dentro de nuestro grupo o parche de cuadra.

Actualmente, nada o poco existe de eso; los teléfonos y tabletas inteligentes llegaron para quedarse, con ellas un montón de ‘aplicaciones’ llamadas apps —por su nombre abreviado en inglés—, que pretenden reemplazar artificialmente muchas de las experiencias vividas en nuestra inolvidable niñez. Es impresionante ver la capacidad de adicción que pueden llegar a generar algunos de estos programas y dispositivos en la juventud hoy en día, la experiencia se torna mucho más aterradora cuando nos toca experimentarlo en alguno de nuestros hijos o, inclusive, en uno mismo.

La capacidad de inmersión en tiempo, espacio y mente que provee hoy la tecnología en una persona es tan potente que se pierde por completo, en muchas ocasiones, la atención y noción del mundo real, pues fácilmente puede observar a adolescentes reaccionar de forma indiferente ante un llamado o, inclusive, cambiar el temperamento de manera abrupta al momento de ser interrumpido. Con gran preocupación vemos casos donde el cambio en los jóvenes es tan profundo que abandonan toda habilidad de interactuar en el entorno inmediato, hay transformaciones en la personalidad, rendimiento escolar y hasta los hábitos de alimentación.

Las redes sociales están catalogadas como un fenómeno mundial que se fortalece cada vez más, debido a la creciente necesidad de comunicación entre los ciudadanos, muchas de ellas te permiten compartir momentos especiales: viajes, ciertos avances en tu vida laboral o personal, pensamientos o puntos de vista, estados de ánimo e incluso, situaciones íntimas, por ejemplo, el nacimiento de tus hijos. La gran responsabilidad radica en los límites colocados al uso de estas herramientas tecnológicas de la comunicación, ya que en muchos casos traspasan dichas barreras, pudiendo esto generar conflictos, disputas, atentar contra la privacidad o tener efectos nocivos en cuanto al equilibrio mental de las personas.

Jack Dorsey, creador de una de las redes sociales más famosas en la actualidad —Twitter—, expone que en un principio su red social fue diseñada, con el fin de permitirle a los usuarios expresar sus puntos de vista y colaborativamente, lograr crear consensos en ciertos criterios frente a un tema en particular; hoy, Dorsey admite que Twitter se volvió hostil y debe cambiarla, ya que comenta que definitivamente ha ayudado a dividir a la gente.

Mark Zuckerberg, creativo de Facebook, otra red social de gran impacto, la cual posee el más grande número de suscriptores a nivel mundial, fue llamado a rendir cuentas ante el Congreso de Estados Unidos, admitiendo su responsabilidad por el mal manejo de los datos de todos los miembros en esta plataforma, poniendo en tela de juicio temas tan delicados como la privacidad de sus usuarios.

Casos como Instagram, una red social especializada en fotografías y de propiedad también de Mark Zuckerberg, radica su máxima popularidad en la posibilidad de compartir imágenes y recibir ‘me gusta’ de tus amigos e, inclusive, de cualquier extraño; esta característica ha llevado a los expertos a determinar que en la medida en que tus fotos tengan pocos ‘me gusta’ las personas podrían llegar a frustrarse; debido a esto, la plataforma digital ha aceptado que podría estar propiciando un problema psicológico entre sus usuarios y por ello, están pensando en eliminar la opción.

Se debe aprender a identificar cuando hay o no una adicción a la tecnología, particularmente en el uso de smartphones y tabletas para juegos o redes sociales en nuestra juventud. Aquí, les comparto unas preguntas que le alertarán sobre una dependencia a este tipo de dispositivos:

  1. ¿Sus hijos o usted manipulan el celular o tablet en la mesa al momento de comer?
  2. ¿Se lleva usted o su hijo el celular o tablet al baño?
  3. Cuando conduce su vehículo, ¿manipula el celular?
  4. En algún evento familiar, ¿sacrifica espacios para compartir en familia por estar manipulando el teléfono?
  5. ¿Siente incomodidad si al salir de su hogar se percata que ha olvidado su teléfono y se devuelve a buscarlo?
  6. ¿Cada 5 minutos siente la necesidad insaciable de revisar el teléfono?

El fenómeno de las redes sociales y el uso excesivo de la tecnología llegaron para quedarse, han cambiado la forma de ver el mundo, permitiendo transgredir muchos límites en nuestra cotidianidad; la juventud no está exenta de ello, está en nosotros como padres o tutores establecer las condiciones necesarias para que se pueda hacer uso de ella con responsabilidad y moderación, siempre estableciendo límites.

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