miércoles, abril 24, 2024
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UNA MIRADA A LA HISTORIA: EL PASADO, LA MEJOR ENSEÑANZA DE NUESTRO PRESENTE

POR: OWEIMAR OLARTE

La situación que atravesamos ha generado una desbordante información en redes y diferentes medios de comunicación, pues día a día encontramos noticias desalentadoras que, en muchas ocasiones, trastornan la percepción del presente y futuro, pero ¿por qué no hacer una pausa y repasar nuestra historia? Con la mirada en alto y la esperanza de un mundo mejor, el pasado nos recuerda que la situación actual fue experimentada con mayor ferocidad en tiempos y lugares, donde aún no existía la ciencia moderna que, por fortuna, está logrando proezas que en otras épocas serían simples sueños; bastaría con revisar la rapidez para lograr en tiempo récord la tan anhelada vacuna.

El punto de partida nos lleva a finales del siglo XV, con la expedición del italiano Cristóbal Colón, donde Juan Rodríguez Bermejo —Rodrigo de Triana—, español y tripulante de la carabela Nao Pinta, el 12 de octubre de 1492, hacia las 2 de la madrugada, divisó la isla que hoy conocemos como Las Bahamas y gritó ¡tierra, tierra!, hecho que marcaría la historia de la humanidad por siempre, porque acababa de presentarse el hallazgo más importante de la época. Cristóbal Colón creía haber llegado a las indias orientales, por tal motivo, llamó “indios” a las personas que allí encontraron; para ellos, el descubrimiento del nuevo continente generaría una ola de visitantes, exploradores y conquistadores europeos que traerían consigo caos, violencia, guerra, esclavización y una poderosa arma mortal: los gérmenes.

Uno de los resultados fatales de la conquista española fue la disminución poblacional en el nuevo continente y con mayor relevancia en las zonas cálidas y costas, donde se presentaron violentos enfrentamientos, generando hambrunas, situación que agravaba la crisis de nuestros antepasados; pero más allá de las muertes generadas en los campos de batalla, aparece otro enemigo desconocido: los gérmenes euroasiáticos que destruyeron la moral del pueblo indígena, matando a la mayoría de sus dirigentes.

La viruela, gripe, el sarampión y tifus, ocupan los primeros puestos en ser las más letales enfermedades que ayudaron a destruir imperios como el azteca. Cuando en 1519 Hernán Cortés desembarcó en las playas de lo que hoy en día es Veracruz, los aztecas no imaginaban cuán trágica sería su suerte, ya que bastaron 900 españoles para derrotar a millones, lo cual no hubiese sido posible sin la ayuda de la viruela, que llegó a México en 1520 por un esclavo africano infectado —Francisco de Eguía—, pues la epidemia ingresó y aniquiló hasta casi la mitad de los aztecas, incluyendo al emperador Cuitláhuac. Un siglo después, la población de México, que era cercana a los veinte millones, descendió hasta aproximadamente el millón y medio de personas. Años después, en 1532, sucedió algo similar con Perú para fortuna de Francisco Pizarro, la viruela ya había hecho estragos en el Imperio Inca, matando a gran parte de su población, entre ellos, al emperador Huayna Cápac, logrando así la conquista española de estas ricas tierras.

En América del Norte también se contaba con presencia nutrida de comunidades indígenas, especialmente, en el valle del Mississippi y, en esta región, las enfermedades jugaron un papel diferente, se propagaron antes que llegaran los conquistadores. Hernando de Soto fue el primer conquistador español en recorrer el sudeste de Estados Unidos y para 1540 halló algunas urbes indias abandonadas, los habitantes habían fallecido a causa de epidemias. Poco tiempo después, haciendo estragos en el nuevo mundo, aparecería la difteria, malaria, tos ferina, peste, tuberculosis, fiebre amarilla y paperas. Muchos de estos padecimientos evolucionaron en Europa por el contacto directo que se tenía con los animales domésticos —vacas, cerdos y aves—, además, la abundancia de ratas en la Edad Media y el nacimiento de las ciudades en hacinamiento y condiciones insalubres, hacían más fácil la transmisión. 

A diferencia de las comunidades europeas de la época, nuestros indígenas con mejor alimentación, mayor aislamiento entre las viviendas, pocos animales domésticos y con el hábito de bañarse frecuentemente, lograron protección frente a algunos contagios, pero nunca fue suficiente, porque las bajas por cuenta de la llegada de las epidemias eran asombrosas. Las pandemias, como observamos, han sido recurrentes en la historia de la humanidad; los líderes y autoridades de las sociedades afectadas en esas épocas se veían impotentes, recurriendo a la oración y milagros para posibles sanaciones, porque no se sabía qué las producía y cómo se podían controlar, pues se decía que eran maldiciones, demonios y, posiblemente, Dios castigando a los humanos por sus pecados.

Como humanidad hemos logrado sobreponernos a varios momentos difíciles, esto da a entender que el mundo hoy cuenta con medicina avanzada, progreso e inventiva que no se detiene: medicamentos, vacunas, antibióticos, salubridad, entre otros, nos han llevado a un mejor entendimiento de estas enfermedades, tanto así que en 1979 la Organización Mundial de la Salud —OMS— declaró la victoria frente a la batalla contra la viruela, erradicándola por completo, gracias a la vacunación y a su Programa Ampliado de Inmunizaciones —PAI—.

La historia nos habla y pide que sigamos acatando las recomendaciones de las autoridades de la salud, porque el uso del tapabocas, distanciamiento, lavado de manos, higiene y desinfección de los elementos que tienen contacto con el exterior, fueron medidas tomadas en otras épocas: “En 1847 el médico obstetra húngaro, Ignaz Semmelweis, en la ciudad de Viena, luego de diferentes experimentos, logró darse cuenta que la alta tasa de mortalidad de las mujeres, en el momento de dar a luz, obedecía a que el cuerpo médico después de tener prácticas en la morgue no lavaban sus manos y así atendían los partos; siendo cuestionado por los compañeros de trabajo y rechazado por sus afirmaciones, fue reconocido como salvador de muchas vidas décadas después”; así que cumpliendo dichas normas de bioseguridad, con compromiso social, cargado de solidaridad, empatía y respeto hacia nuestros semejantes, lograremos salir adelante de esta lucha por la ¡supervivencia!

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